
Desde la muerte de Jorge, Claudia venía todas las tardes a recostarse en esta baranda, como si le agradara contemplar el río de gente...
No tenía medios para sobrevivir, por lo que decidió dedicarse a la mendicidad. Consiguió un trozo de cartón de una revista que encontró en la basura, y con un poco de barro escribió lo necesario como para que se dieran cuenta de su situación. Se sentó en un rincón de la estación de trenes y allí pasó la tarde. No fue muy fructífera, ya que en la zona había hasta veinte mendigos, por lo que solo consiguió dos euros que gastó en una litrona. No sabía lo que le depararía la vida sin Jorge.